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Zelig

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Leonard Zelig posee la extraña facultad de mimetizarse con el ambiente político que le rodea. Al lado de un votante de derechas, esgrimirá argumentos irrebatibles sobre la vagancia secular de los pobres, y sobre la necesidad inexcusable de que los ricos paguen menos impuestos. En cambio, en una manifestación de izquierdas, llevará el puño más alto y más cerrado que nadie, vociferando consignas contra el gran capital, y juramentos, contra esos mismos cerdos que desvían las plusvalías a Suiza, o las islas Caimán.

Leonard Zelig es una invención destronchada de Woody Allen, pero yo conozco mogollón de tipos como Zelig en los centros de trabajo, y en los foros de internet. Y en los bares, sobre todo en los bares, donde las opiniones ya no son como los culos -uno por persona, que decía Clint Eastwood-, sino que son más bien como los huevos, o como los alvéolos pulmonares, dos, o trescientas mil, en función de los presentes, o de la mujer que escucha atentamente. “Estos son mis principios, querida, pero si no te gustan tengo otros...”. Estos tipos que yo conozco, al igual que Leonard Zelig, no son unos oportunistas ni unos chaqueteros. Ni siquiera mala gente: simplemente creen en cosas volátiles, que duran lo mismo que un suspiro, ingrávidas y gentiles como pompas de jabón.

El Zelig de la película es un hombre asombroso que también es capaz de modificar su fisonomía para no desentonar con sus acompañantes. Al lado de un hombre negro su piel se oscurecerá, y al lado de un hombre obeso su tripa se inflará, y su papada se descolgará. Cosas así...  Apodado por tales hazañas bioquímicas el Camaleón, Zelig será objeto de estudio en las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Pero el desconcierto reina entre la clase médica de los años veinte, y sólo la psiquiatra Eudora Fletcher, enamorada en secreto de su paciente, dará pequeños en su curación a través de la hipnosis. Gracias al péndulo conseguirá hablar con el Leonard Zelig verdadero, que es un tipejo aburrido, sosaina, sin grandes cosas que decir. Un veleta de la vida. Alguien sin lecturas ni formaciones,. Un desclasado, un desinformado, un pasota en realidad.




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