Mostrando entradas con la etiqueta The kings of summer. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta The kings of summer. Mostrar todas las entradas

The kings of summer

🌟🌟

Si hacemos caso de las películas, los adolescentes españoles, cuando se fugan de casa, apenas tardan dos días en regresar al hogar. Cualquier castigo es bueno si por la noche aguarda la habitación de siempre con la cama querida. Mejor la esclavitud confortable que la libertad incierta. Los adolescentes americanos, en cambio, se piran de casa y ponen a la policía en jaque durante semanas, o durante meses. Algunos no regresan nunca, y terminan enrolados en la marina mercante, o tirados en las esquinas de Nueva York, o fumando porros en las playas de Indonesia. Ellos tienen la cultura del colono, del aventurero, del tipo seguro de sí mismo que se va a comer el mundo sólo por llamarse Tim y llevar la gorra puesta del revés. Pero la diferencia fundamental con los españolitos es que ellos, además, aprenden desde muy jóvenes a manejar herramientas, y eso les permite enfrentarse al mundo con una autosuficiencia desconcertante. Mientras nuestros chavales juegan al fútbol y matan gatos a pedradas, los pequeños yankees aprenden las destrezas indispensables de la supervivencia. No es casualidad que allí se crearan los dibujos animados de Manny Manitas, un chavaluco de primaria que después de hacer los deberes se dedica a hacer chapuzas en el vecindario, y que mientras trabaja habla con sus íntimos amigos, el serrucho y el martillo. 

            En The kings of summer, que es la película que americana  nos ocupa en este Día de la Raza Española, un trío de adolescentes inadaptados deciden pasar el verano en un claro del bosque, aislados de las familias que los mangonean, de los compañeros que se pitorrean, de las chicas que nunca les besan. Como son americanos de Ohio y no españoles de Moratalaz, mangan unas maderas y unos clavos y construyen una cabaña funcional en un periquete. Una vez instalados, todo es coser y cantar: ellos saben encender fuego, cazar conejos, proveerse de agua, afeitarse los cuatro pelillos de la barbilla con los cuchillos. En realidad viven a pocos de kilómetros de su pueblo, pero como la película va mitad en serio y mitad en broma, los policías son un par de tontainas que siempre siguen la pista falsa. Tampoco sus padres se toman con mucha histeria la situación. Es obvio que ningún psicópata ha secuestrado a sus hijos, porque con las herramientas y las latas de conserva han desaparecido, también, los dólares que guardaban en el tarro de cristal cuando decían córcholis y mecachis. Así que los chavales tienen todo el tiempo del mundo para hacer el indio, para hacerse hombres, para fortalecer la autoestima que los hará triunfadores de la vida.  Hasta que la chica de turno averigüe su escondite y se presente allí cual manzana con dos peras de la discordia. De nuevo Eva, terminando con el paraíso. Con serpiente incluida…




Leer más...