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Niños robados

🌟🌟🌟

Al director italiano Gianni Amelio le dediqué hace tiempo estos lindos y poco afortunados poemas:

Sobre Las llaves de casa:
“Cursi, empalagosa, de lágrima fácil. Un melodramón de buenas intenciones y niños con parálisis. Para echarse a temblar, antes y después del visionado. Sólo esos minutos luminosos de Charlotte Rampling compensan el rato perdido.”

Sobre Così ridevano:
“Aplaudo el fondo social de la película. La denuncia de aquella miseria en que vivían los proletarios de Italia. Pero la propuesta de Così ridevano me pilla a contrapié desde el primer momento. Sus personajes me desconciertan todo el tiempo: cuando van, yo vengo, y cuando vuelven, yo estoy de camino. Bostezos, miradas al reloj, tentaciones continuas de pulsar el stop del DVD...”

Dos coñazos insufribles de los que ahora mismo no podría recordar ni una sola escena. ¿Qué me ha llevado, pues, al reencuentro con Gianni Amelio en esta siesta abrasadora y aún pegajosa de septiembre? Pues el recuerdo, ése sí imborrable, de Lamerica, de la que hablaban el otro día en una revista de cine, tantos años después de su estreno. Pero como de momento no soy capaz de cazarla en la jungla gratuita, he tenido que conformarme con ésta otra película suya, Niños robados, anterior a Lamerica, y muy bien considerada en los aquelarres de los culturetas. 

Cuenta la historia de un carabinero cuya misión es trasladar a dos huérfanos de Milán a Sicilia para ser internados en un instituto. Lo que pasa es que el carabinero, en vez de solventar su misión en un día, con el tren y con el ferry, se toma tres o cuatro jornadas en plan padre experimental, llevándose a los chavales a ver a la familia, a disfrutar de la playa, a tomarse unos helados, en un secuestro inocente pero delictivo que da nombre al título. El fulano no tiene muchas luces, la verdad, y Enrico Lo Verso, el actor fetiche de Amelio, le pone el jeto perfecto a su tontuna transalpina. Niños robados es una road movie que cumple a rajatabla la esencia del género, pues los personajes van cambiando por dentro a medida que el paisaje se transforma más allá de las ventanillas. Es una película triste, bonita, nada ridícula esta vez. El tentempié perfecto para volver a ver Lamerica, cuando la encuentre...




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