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Mulholland Drive

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¿Y si lo que soñamos fuera lo real, y lo real, lo soñado? ¿Y si esta distinción entre “estar levantado” o “estar acostado” fuera otra convención social como conducir por la derecha, o poner los mapas con América a la izquierda?  Quizá esto que llamamos vigilia sólo sea otra versión de la realidad, tan válida como la otra, pero hemos acordado depositar en ella los derechos y las obligaciones para que nadie se escaquee diciendo que no estaba, que estaba dormido, en la otra dimensión, cuando le explicábamos la tarea.   

    Supongo que no soy el primero en preguntarse estas tonterías, pero me las pregunto todos los días al despertar porque yo sueño con mucho detalle, con mucha tripa puesta en la emoción, y muchas veces me conduzco por el día como si verdaderamente me condujera por el sueño, medio grogui, sonaja perdido, con las pesadillas todavía flotando sobre mi cabeza, como avispas puñeteras que revolotean y nunca terminan de irse. La densidad de lo que sueño es tan pesada que a veces me encorva al caminar. La noche es prácticamente la segunda consciencia de mi día, pero en escenarios recurrentes, y con personajes que se repiten una y otra vez, muy pesados, y poco generosos, pues me siguen regateando el amor o la atención, o la ayuda necesaria. Yo me pongo el pijama como quien se viste para bajar a la mina, o para subirse al cohete espacial. Es todo un traje de faena.



    Mulholland Drive es una película que nos gusta mucho a los que soñamos como si viviéramos una doble vida; y no les gusta nada -es más, ni siquiera la comprenden, y la odian- a los que no sueñan, o siempre olvidan sus sueños al despertar, que viene a ser lo mismo. Lo tengo comprobado. Es una película que saco muchas veces a colación en mis monsergas de cinéfilo, para ir calando al personal. Yo separo a la gente en dos grupos: a los que les mola Mulholland Drive y a los que no. Con los primeros puedo confesar sueños y pesadillas. Sé que ellos me entienden. Se establece una conexión... Con los segundos sólo hablo de política, de fútbol, de quimera sexuales, sin salir nunca de esta dimensión de la realidad. El vínculo con ellos es gratificante, pero menos estrecho.

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