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Huevos de oro

 🌟🌟🌟


El sexo y el dinero mueven el mundo. En la canción de Cabaret, Liza Minnelli y Joel Grey sólo mencionaban lo del dinero, pero lo decían mientras meneaban el culo y las tetas, así que quedaba claro que no se habían olvidado de lo primero. Luego, el sexo, si echa raíces, si está bien calentito y bien regado, puede llegar a producir flores y frutos que llamamos  amor. Lo digo para los que creen en el corazón por encima del instinto. En el alma, más que en las gónadas. Bueno... Llamémoslo patatas. Da lo mismo.

    Bigas Luna era un tipo que pensaba como yo -quizá un sabio, o quizá un simple, nunca lo sabremos-, pero él añadía un tercer motor a la motivación de los humanos: la buena comida, mediterránea a poder ser, que es una cuestión que yo podría aceptar sin mucho impedimento filosófico. Y es una pena, lo de Bigas Luna, al menos para mí, porque luego se ponía a hacer películas con estas tres ideas tan sencillas, pero tan poderosas, y le salían unos churros argumentales que te dejaban siempre a medio polvo en el sofá. Bigas Luna siempre te arrancaba una erección con esas tías tan jamonas afanadas en el sexo, y también una cabezada de asentimiento, cuando alguno de sus personajes soltaba una gran sabiduría, ancestral y telúrica. Pero luego nunca llegaba el éxtasis, el redondeo cinéfilo, la sensación de haber visto una obra maestra incontestable. “Huevos de oro” es su mejor película, y ya ves tú, lo lejos que está de la redondez, tan ovoidal como su título.

    Y sin embargo, uno, porque la carne es débil, y la curiosidad tres cuartos de los mismo, ha vuelto a caer en “Huevos de oro” sabiendo a lo que venía. La pasaban el otro día en Movistar, y no pude resistir la tentación. En algún momento del metraje yo sabía - ¡cómo olvidarlo!- que María de Medeiros y Maribel Verdú se lo montaban en plan trío con el Dos Huevos, y eso es como poner una zanahoria delante del burro, o un billete de 500, delante del monarca. Y luego está Javier Bardem, claro, que clava su papel, porque es que además tiene el cuerpo, la voz, el deje de chuleta... Qué personaje tan trágico el suyo, el hombre que se cree el rey del mambo con su par de huevos y su par de todo, y en realidad, ay, como diría el poeta, sólo es un esclavo de su polla, y un juguete de su avaricia.





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Airbag

🌟🌟🌟

Airbag es el corte de mangas que Juanma Bajo Ulloa y sus compinches le dedicaron al cine español de la época, el de la Guerra Civil y las chatinas, los muermos de Garci y las comedias tontonas del happy end. Una gamberrada que yo celebré en su tiempo con grandes carcajadas, pero que que casi había olvidado por completo, salvo las apariciones estelares de Manuel Manquiña, of course, que entre el “muy profesional” y “las hondonadas de hostias” y la “sub machine gun” se hizo un hueco para siempre en nuestro lenguaje populachero. Las veces que no habré dicho yo lo de las hondonadas, o lo del muy profesional, poniendo acento gallego incluso. Airbag, a su modo ibérico y jamonero, viene a ser una tarantinada ambientada en los desiertos prostibulares de Euskadi. Aunque aparenta ser un despelote –y es, de hecho, un despelote- la película lanza sus dardos contra la Iglesia, contra la burguesía, contra la política, contra el nacionalismo rancio, y eso, al viejo jacobino que rasguña estos escritos, siempre le estremece un poquito el corazón.



         Me estaba gustando Airbag, sí, a pesar de que las críticas contemporáneas hablaban de un esperpento, de una aberración para el cinéfilo de pro. Uno repasa los periódicos de la época y es para echarse a temblar. Y yo, la verdad, mientras trataba de conciliar el sueño a los 30 grados centígrados de esta puta habitación, no entendía la razón de tanto ensañamiento. La primera hora de Airbag es divertida, intrépida, gamberra a más no poder, y además sale mucho María de Medeiros, que es una actriz portuguesa que siempre me encendió el amor hispano-luso que llevo dentro. Pero claro: luego llega la segunda mitad, y la película ya no es un despelote, sino un desparrame. Los chistes de derriten, las tramas se difuminan, los actores se dedican a hacer el indio de acá para allá. Airbag 2, si pudiéramos llamarla así, tal vez se merece tales anatemas y excomuniones. Pero sin pasarse, coño, sin pasarse, que el primer rato era muy de agradecer, y nos ha dejado imágenes y concetos muy arraigados en nuestra memoria. 

Pazos: Interesante no, Carmiña, estresante




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