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María (y los demás)

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Según la teoría cinematográfica de Ignatius Farray, “María (y los demás)” es una obra maestra porque da justo lo que promete en el título: María es la protagonista, la treintañera en plena crisis existencial, y todos los demás -que son su familia, y sus amigas, y su follamigo ocasional- bailan a su alrededor en papeles secundarios que explican su circunstancia. Ver “María (y los demás)” convalida la lectura de las obras completas de Ortega y Gasset.

La película, sin ser una obra maestra, te hace olvidar por momentos que tienes un teléfono móvil sobre el cojín. Es una historia fresca, de personajes nada literarios ni pedantes que se enfrentan a problemas que todos podemos entender: el matrimonio, el primer hijo, la madurez anhelada... El amor como cárcel o como sueño de plenitud. Aquí no hay nadie salvando al mundo ni huyendo de los gángsters. Ni encontrando la paz en el quinto risco del Himalaya. Y eso, a veces, se agradece.

El problema de la película es que Bárbara Lennie es una mujer demasiado hermosa para mí. Cuando ella aparece en escena tardo varios minutos en arrancar, en ponerme en situación. Dentro de mi pecho se desata una lucha titánica entre el cinéfilo y el antropoide, entre la sublimación y el instinto, y aunque al final siempre gana la civilización porque uno está a lo que está, al arte y a la película, también es cierto que el mono interior, contrariado, se pasa todo el rato dando po’l culo, columpiándose en su neumático y lanzando  a la pantalla besos y piropos irreproducibles.

En “María (y los demás)” Bárbara Lennie está tan guapa que está fuera de lugar. Su personaje necesitaba una actriz menos atractiva para darle verismo a su desventura. Y eso que Bárbara se curra sus composiciones: llora, sonríe, se rehace, duda, ama, se traga el rechazo, se comporta como una cría, se disfraza de adulta, se queja, se adapta... Es un despliegue descomunal. Pero su físico, ay, sus labios, la traicionan en todo momento. Se supone que ella es el patito feo de la familia y a mí me parece el cisne que los redime a todos de su inanidad. 


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