Mostrando entradas con la etiqueta Malena Pichot. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Malena Pichot. Mostrar todas las entradas

Malena Pichot: estupidez compleja

🌟🌟🌟🌟


Antes de que dé comienzo el monólogo de Malena Pichot -supongo que para hacer la gracia y enfervorizar a su grey- un camarero se acerca para decirle que si va a hablar de feminismo él también quiere opinar:

-          ¿O acaso no puedo opinar porque soy hombre?

A lo que ella, silenciosa, responde sacando una lupara y apuntándole al pecho, como insinuándole que ni se le ocurra: que éste es su escenario, y lo de ahí abajo su potorro.

Me parece bien. Si no estás de acuerdo con el espectáculo, a callar. Como cuando toca ir a misa porque se murió un familiar, o hay que ver el telediario de Antena 3 porque visitas a tu madre. Ajo y agua. No es cuestión de decirle al cura que deje de predicar, o de pedirle a tu madre que cambie de canal y ponga al tío Wyoming con la esperanza de que Sandra Sabatés no se haya ido aún de vacaciones. El sacerdote y tu madre están en su casa, y tú, visitante ocasional, te jodes como Herodes (Malena, que conste, dice cosas peores). Y además, qué coño: ella tiene razón en casi todo. Casi...

“My kingdom, my rules”, como dijo un rey de Inglaterra, y el kingdom de Malena es su escenario y su micrófono. Ella es la reina de la función y toca escucharla. Cuando estás de acuerdo, pues sonríes y aplaudes; y cuando se te ocurre una objeción, pues sonríes menos o aplaudes menos fuerte. Lo fundamental es ser educado. En esto como en todo.

Dicho esto, hoy lo consecuente sería no escribir nada. Autoconcederme unas vacaciones. No voy a ser mejor o peor escritor por dejar sin firmar una gacetilla. Pero un prurito mental, y otro dactilar, estimulados por el café, me dejan el ánimo un poco inquieto. Mientras veía el monólogo se me ocurrían... matizaciones. Nada fundamental. No creo que sean “estupideces complejas”. En lo gordo estoy completamente de acuerdo; en lo flaco... En fin. ¿Pero quién se atreve, después de la lupara? Yo no, desde luego. Sólo diré que me he reído mucho. Esta mujer tiene eso que llaman “vis cómica”. Un don. Y además, los hombres, grosso modo, somos “ansí”, como ella nos retrata. Más simples que un pirulí, o que una pija. ¿Se puede ser más simple que la propia pija? A veces sí.




Leer más...

El cuaderno de Tomy

🌟🌟🌟


En los viejos cuestionarios de las revistas se preguntaba a los lectores por la salud, el dinero y el amor. Pero aunque las matemáticas sean complejas, y difíciles de resolver, en realidad la salud siempre ha sido la incógnita principal. Si hay amor, casi todo se cura; y si hay salud, ya sonríes de otra manera, y hasta te enamoras, o se enamoran, de otro modo. El dinero también ayuda a tener mejor salud y mejores oportunidades. O no: puede que el dinero atraiga el exceso y el mal fario. Es complicado. Es una trigonometría abigarrada de cosenos y tangentes. Algebra pura. Pero la salud es lo que cuenta. Siempre. En último término.

Lo que pasa es que solemos darla por hecha y por eso la rebajamos de categoría. La salud es como respirar, como poner un pie delante de otro para caminar. No nos damos cuenta y por eso no lo valoramos. Pero es la hostia. Lo es todo. Basta con entrar en un hospital -aunque sea de acompañante, como hice yo hace tres días- para que de pronto se altere la escaleta de preocupaciones. Enfilas el primer pasillo y ya estás haciendo recuento de tus órganos vitales, a ver cómo los sientes, cómo los has sentido en estas últimas semanas. Atareado en el trabajo y en el amor hacía tiempo que no les dedicabas ni un solo pensamiento. Si acaso, al corazón de las poesías, y al engrosamiento de tus cataplines, cuando en el curro te vienen con zarandajas

Y eso, ya digo, si entras en el hospital de mero acompañante. Qué órganos no recontará quien entra -como era el caso de mi familiar- a ser operado de una cuestión menor, de gravedad relativa, pero con esos focos del quirófano que se encienden sobre tu cabeza como ovnis que acojonan.


Qué no pensará, al borde del abismo, quien va a morirse ya sin remisión, como María Vázquez en la película. Como María Vázquez en la vida real. Esa lucidez tenebrosa... Y aun así, qué complicado es todo. Porque qué diría ella si un genio maligno le propusiera no volver a ver su marido y a su hijo a cambio de su cura.





Leer más...

El hombre de tu vida

🌟🌟🌟

Si el castellano se inventó para insultar, el francés para seducir, y el inglés para ponerle nombre a los progresos científicos, el argentino fue creado, además de para ligar en las playas del Mediterráneo, para que los actores sudamericanos conquistaran el mercado español, y nos animaran a ver series y películas que de otro modo ignoraríamos. Las ficciones argentinas tienen el talento creador, el oficio dramático, pero no serían lo mismo si sus personajes no hablaran de esa manera, como sicilianos de Badajoz, o jienenses de Lombardía, que es un sonsonete que a los ibéricos nos encandila, o nos seduce, según el sexo de quien habla y de quien escucha. Y aunque los personajes estén soltando una pelotudez sin gracia, o una boludez sin trascendencia, en el idioma argentino siempre parece que dicen algo provechoso, lustroso, literario incluso, como si el castellano de aquí se nos hubiera quedado corto, y cateto, y escucháramos una evolución fascinante de nuestro propio idioma.


    El hombre de tu vida -que es una serie simpaticona cuando se viste de comedia y cursilona cuando se disfraza de romanticismo- es el último desembarco de lo argentino en España. Y como casi siempre, por ahí anda Juan José Campanella enredando, en este caso ejerciendo de creador, y de supervisor general, que es un cargo que yo jamás había visto en unos títulos de crédito. El puto jefe, vamos, que diríamos aquí. El hombre de tu vida, con sus grandes virtudes y sus veniales pecados, ha caído en gracia entre el personal. Tanto, que hasta un remake hemos querido hacerle para el prime time de La 1. Pero claro, en el remake ibérico los tipos hablan en castellano-manchego, y las mujeres en castellano-leonés, y aunque son dos hablas dignas de elogio, y de respeto, con mil años históricos que las sustentan y las respaldan, la serie ya no es la misma que vino de "achá", del otro lado del charco. Sin la melodía del habla, sin la retranca del acento, sin el acento rioplatense que exagera o recalca, que ensalza o desprecia, los diálogos se quedan crudos y sin salsa.




Leer más...