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La habitación

🌟🌟🌟

Ya he confesado varias veces en este blog que en la intimidad de mi habitación, a resguardo de la gente, soy un llorón de mucho cuidado cuando la película me pilla por los lagrimales. Al principio, cuando siento el palpitar, un ejército de castores construye un dique para contener las lágrimas, con troncos y ramitas, hasta que al final, impepinablemente, todo se desborda y me pongo perdidas las mejillas, y los cristales de las gafas, que da mucha grima verlas, y ver a través de ellas. Qué tendrán las lágrimas que al secarse dejan en el vidrio esos churretones como de semen.

     Las mujeres, porque son una especie muy rara, y todavía están sin explicar por los científicos, a veces se sientan en el sofá con la intención de poner una película "para llorar", y se acomodan con los kleenex a mano, y las piernas recogidas en un abrazo. Ellas son así: sufridoras de vocación. Los hombres, en cambio, siempre lloramos por sorpresa, en películas que al principio podemos intuir tristes, o difíciles de encarar, pero que confiamos en superar con nuestra masculinidad velluda y musculosa. Quizá por eso nos ponemos así de perdidos, porque nunca tomamos medidas preventivas, y luego nos restregamos las lágrimas y el moco, y la misma vergüenza de haber llorado, mientras que ellas, solventada la suciedad, se ponen tan guapas con los gimoteos, tan tiernas y sonrosadas.


    La habitación, que es la película que hoy me ocupa, es una película hecha con la mala intención de hacernos llorar, a hombres y mujeres por igual. La historia de esta madre secuesrtrada no debería dejar un ojo seco en butacas y sofás. Y sin embargo, yo he resistido. Y no por vergüenza, sino porque me molesta, sobremanera, que quieran hacerme llorar. Yo sólo lloro desprevenido, con la guardia baja, en debilidades muy particulares. La habitación, vaya por delante, es una bonita película, emotiva, primorosa, con una actriz de tronío, Brie Larson, que en este blog ya quedó como santa de obligada devoción tras su papel en Las vidas de Grace. Pero La habitación tiene músicas tramposas, y trucos sucios, y a veces -perdónenme la indecencia- uno siente la mano del director metiéndose por mi culo, queriendo manejar mis reacciones como un ventrílocuo con su muñeco. Una colonoscopia que me incomoda y que me predispone a la rebeldía. 

    Y aún así, al final,  una lagrimita furtiva se me escapa de la voluntad y resbala suave por la mejilla, sin tocar cristal de gafa, eso sí. Menos mal.




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Frank

🌟🌟

Están de enhorabuena, los amantes del cine raro, con esta película titulada Frank. Entro en sus foros gracias a mi pasaporte falsificado y descubro que allí todo es alabanza y celebración. Donde yo sólo he visto una mamarrachada y una pérdida de tiempo, con este cantante embutido todo el tiempo en una máscara de cabezudo, ellos, los indies, los modernos, los culturetas, afirman haber visto una película profunda, reveladora, de ironías y metáforas que están muy alejadas del entendimiento de la plebe. Como si esto fuera el código Enigma de los alemanes, no te jode... Donde yo sólo he visto a un grupo de frikis haciendo el gilipollas, con una música disonante y unas letras de parvulario, ellos, los profundos, los enterados, los que están a la moda y a las últimas tendencias, han visto una redefinición del pop-rock, una crítica a la industria musical, un homenaje a la creatividad de quien no se pliega a los gustos simples de la gente. Como si el susodicho Frank fuera Javier Krahe, no te jode... Donde yo sólo he visto a un anormal comportándose como el líder esquizofrénico de una banda de fumados, ellos, los alternativos, los bizarros, los buceadores de la subcultura, han visto a un provocador inteligente, a un genio incomprendido, a un terrorista surrealista con varias cargas de dinamita. Como si esto fuera un documental sobre Charles Manson y su familia,  no te jode... Donde yo me he quedado dormido dos veces, y he tenido que echar mano de la tecla wind para llegar hasta el final, ellos, los entusiastas, los entregados, los nostálgicos del arte y ensayo, celebran verdaderos simposiums en la red para desgranar hasta la última coma, hasta el último guiño, hasta la última nota dodecafónica de Frank, esa película,  esa idiotez, como si hubieran visto la nueva entrega de El Padrino, Frank Benvenutti y familia...






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