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Múltiple

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Han sido múltiples, también, las personalidades que han visto Múltiple sentadas dentro de mi cabeza, desparramadas por los sofás, por los sillones, algunas incluso tiradas por el suelo, sobre esterillas improvisadas. No sé si eran 23 o 24, como las que tiene este pirado de la película, pero sí unas cuantas, desde luego.

    Aquí dentro había de todo, como en la viña del Señor: unos que aplaudían cada escena; otros que renegaban del planteamiento; otros que trataban de anticiparse a la última ocurrencia de M. Night Shyamalan para no quedar como tontos ante los demás. Había dos personalidades, incluso, allá al fondo, donde menos luz llegaba del televisor, que se estaban pegando el lote y pasaban olímpicamente de la película, que es otra manera muy lícita de participar en el hecho fílmico. Entre los espectadores había tipos que renegaron hace ya tiempo de Shyamalan y otros que venían con pancartas de apoyo solidario, We love you forever, Shy

     De este modo, la sesión solitaria de casi siempre, en la que yo hablo conmigo mismo tranquilamente, casi en susurros, con argumentos muy bien traídos en los que siempre me doy la razón, hoy se ha convertido en un verdadero cinefórum de gente que comía palomitas, hacía comentarios inoportunos y daba un poco por el culo con los tonos del teléfono móvil. Una platea muy animada de ésas que ya no suelo frecuentar. Pero qué iba a hacer yo, en esta ocasión, a no ser cortarme la cabeza, o desistir en el empeño.

    Me ha salido, incluso, en el rato más confuso y aburrido de la película, una personalidad dormilona, derrotada por el cansancio, y entre cabezadas involuntarias me he perdido varias performances del tal Kevin de los Cojones, que a lo mejor eran sustanciales para la comprensión del juego. Pero me da igual. Mi yo principal, el dominante, el que viene a este blog a contar sus opiniones, se estaba aburriendo como una ostra con estas barrocas esquizofrenias, y aunque algunas de mis personalidades se lo estaban pasando teta, y otras ya barruntaban el giro sorpresivo made in Shyamalan, a mí, la verdad, en las últimas curvas, todo me la estaba trayendo al pairo. Demasiado ruido, quizá, demasiada fe para tan poca chicha. Demasiado juego mental para estas edades que ya no están para nada. Tal vez, simplemente, demasiada jornada laboral. Y muy poco sueño. Y de mala calidad, además. 




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La conspiración

🌟🌟🌟

La conspiración es una película que los más veteranos del vicio ya hemos visto infinidad de veces. Ya hemos perdio la cuenta de los abogados que se enfrentan a la maquinaria corrupta del sistema judicial, cuando todavía son jóvenes e idealistas. ¿En qué se diferencia La conspiración de Caballero sin espada, o de Legítima defensa, o de Algunos hombres buenos, de La tapadera (¡otra vez Tom!) ¿O de, también, ese resumen demoníaco y paródico del subgénero que es Pactar con el diablo? En poco, la verdad. Sólo cambian los actores y los ropajes, y el delito en cuestión, claro, que es el macguffin irrelevante que permite a los guionistas desplegar la retórica didáctica del héroe solitario. Tan norteamericana ella.

En esta película dirigida por Robert Redford, el macguffin es el juicio contra quienes conspiraron en el asesinato de Abraham Lincoln. Más allá de la clase de historia, lo que realmente le interesa a Redford es soltarnos la pedagogía, la visión patriótica que él tiene de su propio país. No muy distinta a otros sermones mil veces escuchados, que hablan de Estados Unidos como una nación de Constitución modélica y democracia ejemplar, líder del mundo y ejemplo de las naciones. Aunque luego vengan las personas malas y los intereses oscuros -los comunistas- a sembrar el camino de piedras. Al final, la ideología de La conspiración, y sus muchas peliculas gemelas, americanas o no, se queda en discurso vacío y redundante. ¿O no es acaso España, entre los españoles de bien, la mejor nación del mundo? ¿O no lo es Croacia, también, entre los croatas bien nacidos?






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