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Deuda de honor

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En Deuda de honor, Mary Bee Cudy, que tiene nombre de personaje de La casa de la pradera, es una mujer solitaria que sobrevive en los territorios de Nebraska cuando los americanos colonizaban el Medio Oeste.  En la tierra yerma de las Grandes Llanuras, donde el sol y el frío se alternan para que sólo crezcan hierbajos y maizales famélicos, Mary Bee, tan hacendosa como hacendada, ha levantado con sus propias manos una granja que es la envidia de todos los vecinos, que son cuatro desharrapados que llegaron pensando en la tierra de leche y miel que se les prometió a los errantes.





    Por razones que nos son hurtadas a los espectadores, Mary Bee vive soltera y sin compromiso. Tal vez quedó viuda en algún accidente, o fue abandona por un intrépido colono que al llegar a los páramos dio media vuelta a galope tendido. Mary Bee, que todavía es joven y goza de buena salud, busca matrimonio entre los escasos solteros del villorrio. Pero el amor no es precisamente el motor de su motivación conyugal. Primero porque Mary Bee vive bajo el estricto temor de Dios predicado por el pastor, y segundo porque esos hombres no son precisamente adonis caídos del cielo. Mary Bee busca un brazo que la ayude, una escopeta que la defienda, una compañía en las noches oscuras que amenizan los coyotes. Mary Bee es lo que nuestras abuelas llamarían un buen partido, pero los tontainas de Nebraska, al ser requebrados y requeridos, hacen un mohín de disgusto y responden que gracias, pero que no. Que prefieren irse al Este con el carromato a buscar esposa entre mujeres más sofisticadas y más guapas. 

    En cada rechazo, Mary Bee, desconsolada, llora a lágrima viva en la soledad de su cabaña, y el espectador, que contempla el rostro de Hilary Swank dándole vida al personaje, empieza a sospechar que aquí hay un terrible error de casting. Hilary Swank no es precisamente la flor de la canela, si de belleza hablamos, pero no es, desde luego, una mujer desdeñable en esos aspectos. Conozco a un tipo en este villorrio , sin ir más lejos, que bebe los vientos por su hermosura algo hombruna, aunque de labios irrenunciables. Si Tommy Lee Jones, el director de la función, buscaba a una gran actriz para dar vida a la desgraciada Mary Bee, pardiez que la encontró. Pero el físico de Hilary no encaja, no se ajusta, y a partir de ahí, lastrada por el error, Deuda de honor se convierte en una bonita película, de paisajes majestuosos y tal, poesía crepuscular, pero coja como un carromato de tres ruedas.


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