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Anatomía de un dandy

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Cuando yo era pequeño, Umbral era un señor extravagante que salía mucho por la tele. No le llevaban para subir las audiencias -porque entonces no había audiencias que medir- sino para que el presentador o la presentadora se tronchara de risa con aquel fulano que comparecía con las gaforras, la bufanda, la melena canosa, diciendo paridas a veces muy bien traídas y a veces boutades que sólo buscaban la provocación. “Lo hago para hacer más grande mi nombre, y vender más libros, y más periódicos”, hubiera dicho él...

Aquella escalada de apariciones culminó en el celebérrimo “yo he venido a hablar de mi libro”, que todos creímos un número circense y en realidad era un cabreo muy sentido, muy meditado, ante la cínica mirada de Mercedes Milá. Yo tenía 22 años y quedé marcado por aquella frase. Umbral la soltó sin afán de trascendencia, regurgitada desde la entraña, pero a mí me pareció el resumen básico de la vida, y de los seres humanos: todos hemos venido a hablar de nuestro libro, de nuestro rollo, de nuestro miedo, y en realidad nadie escucha a nadie. Sólo fingimos que escuchamos para que luego nos dejen hablar. Creo que hasta se imprimieron camisetas con aquello. Y si no, se debería.

Empezó a interesarme el escritor que había más allá del personaje. Leí algunos libros: unos me gustaron, otros me aburrieron, algunos me hicieron reír. Un día cayó en mis manos “Mortal y rosa” -creo que en aquella colección de clásicos de “El Mundo”, antes de que se convirtiera en “El Inmundo”- y me quedé de piedra. Algunas cosas no se entendían, porque Umbral, cuando tiraba de perifollo, se quedaba sólo, el tío. Luego supe que escribió el libro medio empastillado, medio muerto, traspasado por el dolor intolerable... Pero otras cosas  de “Mortal y rosa” eran deslumbrantes, apabullantes, y te dejaban hundido en el sofá. Era un libro que necesitaba a todas luces una relectura. Lo aparqué por un tiempo, y en el ínterin, Umbral, que hasta entonces presumía de ser un socialista infiltrado, empezó a coquetear con la derechona que tanto había criticado. Volvió a parecerme un farsante de tomo y lomo y le negué. 

Ahora le estoy recuperando poco a poco. Escribió grandes cosas y grandes rellenos. Estoy desbrozándolo... Sea como sea, el personaje es fascinante. La persona -como todos-, permanecerá en el misterio.



 

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