Mostrando entradas con la etiqueta Bojack Horseman. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Bojack Horseman. Mostrar todas las entradas

Bojack Horseman. Temporada 2

🌟🌟🌟🌟

Decía Ignatius Farray que a los veinte años, cuando cometía una gilipollez, se consolaba pensando que quizá él no era un gilipollas, sino sólo un hombre joven, impulsivo y desinformado. Y que vivió con esa duda hasta que cumplió los cuarenta, y se sorprendió cometiendo las mismas gilipolleces, u otras parecidas, y concluyó, para su decepción, pero también para su paz de espíritu, que realmente era un gilipollas. Uno más entre la vasta grey de los tipos que lo seguimos, y que lo jaleamos, y nos vemos reflejados en sus certidumbres, y ya hemos asumido que tal condición, llegados a estas alturas, no tiene mucho remedio, como la tontuna, o como la excelencia de los envidiados, que también nacen con ella y nunca les abandona, hay que joderse.

    Me he acordado de este pensamiento a medio camino del cachondeo y de la depresión mientras veía la segunda temporada de Bojack Horseman, porque su personaje principal, Bojack, la ex estrella equina de la televisión, llega a la misma conclusión que Ignatius Farray tras tanto meter la pata por la vida -en su caso hasta el corvejón, que es lo que tienen los caballos en lugar de rodillas. Pasan los episodios y Bojack no levanta cabeza. Enamorado de su amor imposible, Diana, que yace en zoofílica pasión con un perro labrador para escándalo de la familia Aznar-Botella, Bojack se entretiene con otras mujeres, o con otras animalas, a la espera del milagro. Por su cama pasan humanas y búhas, cervatillas y zorrones, pero ninguna es capaz de calmar la sed de su corazón. Y así, a la deriva, sin nadie que le ponga las riendas, Bojack piafa por delante, y cocea por detrás, y en cada episodio vuelve a caer en los mismos errores: el ego absurdo, y la droga prescindible, y el alcohol que sobraba, y la añoranza bobalicona de la juventud perdida. Y sobre todo, la fatalidad de unos genes centaúricos que tampoco ayudan gran cosa en la tarea de reconducirse.



Leer más...

Bojack Horseman. Temporada 1

🌟🌟🌟🌟

Uno de los temas preferidos de Hollywood son las entrañas del Hollywood mismo. Y casi nunca para contar historias ejemplares, luminosas, de profesionales que llevan vidas intachables y parecen alérgicos al escándalo. En el cine -porque los espectadores somos animales morbosos y malévolos- quedan más resultonas las historias de actores caídos en desgracia, y de directores atrapados en la locura. De fracasados y fracasadas que jamás lograron un papel que los inmortalizara en las enciclopedias. Nos interesa mucho más la mugre, la envidia, los sueños rotos. Las carreras meteóricas que terminan estrellándose. Los cohetes que nunca llegaron a despegar. El sexo inapropiado, o el delictivo, o la falta de sexo incluso. La falta de ética y de principios. El fracaso. Los estupefacientes. El reverso tenebroso del glamour.

    Lo que Hollywood nunca nos había contado era la depresión de caballo de un caballo antropomorfo, que tuvo su momento de gloria muchos años atrás, en una sitcom para toda la familia en la que ejercía de padre adoptivo de tres muchachos bien humanos, bípedos implumes. Porque en el mundo bizarro de Bojack Horseman, los animales y los seres humanos viven en igualdad de condiciones, hablan el mismo idioma de los americanos, y se desean sexualmente los unos a los otros para escándalo frutal de Ana Botella y otras verduleras por el estilo. Más allá de otras consideraciones, Bojack Horseman tiene el mérito incuestionable no de elevar a los animales a la categoría de humanos, sino de rebajar a los humanos a la categoría de animales. Ya era hora. Juntos como hermanos...


    Bojack Horseman es una serie de animación para adultos. Y no solo porque salgan de refilón algunas zoofilias de Bojack el follarín, ni porque luego, en la depresión postcoital, eche mano de las drogas y del alcohol para solucionar sus penas de actor en decadencia. Bojack Horseman es una serie para adultos porque en realidad, aunque venga vestida de comedia, te vas riendo cada vez menos a medida que pasan los episodios. Los diálogos ocurrentes van dejando paso a una reflexión amarga sobre el hecho inevitable de hacerse mayor, y de ya no tener remedio ni solución. Y lo mismo da que seas caballo que seas humano. La certeza es la misma: que el cambio es imposible. Y que si fuera posible, por un casual, o por un milagro, ya no queda tiempo para forzarlo. 


Leer más...