Bright Lights

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Dos años antes de que fallecieran con un solo día de diferencia -primero la hija, derrotada por la vida, y luego la madre, derrotada por la hija- Carrie Fisher y Debbie Reynolds abrieron sus casas de par en par para dar testimonio de su relación en este documental que lleva por título Bright Lights. Carrie, casi sexagenaria, y Debbie, mediada la ochentena, más parecen hermanas que otra cosa, de lo mucho que se descuidó la princesa Leia con las drogas, y de lo bien que se cuidó la chica de Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia, que aún estaba en el mundo de la farándula cuando murió de llantos y de pena, haciendo papelitos en la tele, y cantando viejas canciones ante los abueletes de Las Vegas.


    Madre e hija vivían en Beverly Hills, en casas muy próximas, y pasan gran parte del documental visitándose la una a la otra mientras evocan recuerdos de su vida. Los gozosos, claro, de cuando compartían micrófono y canturreos subidas al escenario, o de cuando pasaban los veranos en la mansión familiar con el césped verdísimo y la piscina recién limpiada. Y también los recuerdos sombríos, por supuesto, que protagoniza mayormente Eddie Fisher, esposo y padre, seductor y cabronazo: un truhán cantarían que las abandonó siendo Carrie pequeña para vivir otras aventuras sexuales junto a Elizabeth Taylor. Lo que no es moco de pavo, pero es una cabronada.

    Los marujos y las marujas hemos caído en Bright Lights como quien cae sobre una revista de cotilleos que ya se leyó. Veníamos, morbosos, a saber algo más de esta relación materno-filial que tantos sinsabores compartió, y que incluso en la hora de la muerte tuvo su complicidad y su adhesión. Pero madre e hija, que se muestran muy parlanchinas, se cuidan mucho de desnudar su alma en el documental, y sólo cuentan lo que todo el mundo ya sabe. Se llevan bien, se soportan las manías, y salen a pasear de vez en cuando por los alrededores de su barrio. O comparten mesa y mental en alguna gala que les presta homenaje y reconocimiento. Un aburrimiento, finalmente, que sólo de vez en cuando rompe Carrie Fisher con alguna reflexión enjundiosa sobre su vida y su mal, su lucha y su trastorno.

- ¿Sabes qué sería genial? Llegar al fondo de mi personalidad.... y descansar bajo el sol.



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