Proyecto Lázaro


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Según el evangelio de San Juan, Lázaro de Betania llevaba cuatro días muerto cuando Jesús se plantó ante su sepulcro y dijo aquello de "Levántate y anda". Como no soy dado a las series de criminólogos, desconozco el estado de putrefacción que puede alcanzar un cuerpo humano en esa etapa del más allá. Pero supongo -y más en Judea, con el calor del desierto, y las tumbas mal selladas- que Lázaro no andaría para muchos trotes cuando emergió de la oscuridad. Como milagro, su vuelta a la vida es un suceso incomparable, pero no sé hasta qué punto fue un acto caritativo de Jesús. 

    La película de Mateo Gil se titula Proyecto Lázaro no por casualidad. Marc Jarvis es un joven publicista que gana una pasta gansa y vive en una casa de ensueño junto al mar. Las titis del negocio se lo rifan para decorar sus camas solitarias... Todo es fiesta y sonrisa hasta que un cáncer de garganta, prematuro y demoledor, le condena a morir en el exiguo plazo de un año. Como en su caso hay mucho dinero, y mucha fe en la ciencia del futuro, Marc decide criogenizarse antes de que el cáncer se expanda por su cuerpo. Confía en que algún día, cuando llegue la resurrección de la carne anunciada en los evangelios, vuelva a ser el mismo Marc Jarvis de siempre, atlético y lozano, aunque el mundo donde creció se haya perdido en los sumideros del tiempo.

    Pero las ciencias de la resurrección, ay, aunque adelantan una barbaridad, todavía no están para muchas aventuras en el año 2084, que es cuando la empresa de congelados decide concederle una segunda oportunidad. Prodigy Health Corporation es una institución muy aparente, muy futurista, con mucho cristal y mucho suelo blanco. Mucho ordenador embutido en pantallas de cuarzo que relucen. Pero en realidad es una industria algo torpe, novata en este arte de devolver muertos a la vida. Sesenta años en una cuba de nitrógeno líquido, al parecer, no te garantizan estar mucho mejor que Lázaro tras sus cuatro días en el sepulcro, así que al criogenizado hay que ponerle casi de todo, desde músculos a tendones, desde órganos hasta cordones umbilicales que lo atan a una máquina. Una gran chapuza, en realidad, que Marc Jarvis soporta al principio con aire flemático, pues más vale estar así, remendado y dolorido, que no diluido en la negrura espesa del no existir.  





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