B

🌟🌟🌟

"Sé fuerte, Luis", escribió don Mariano el día que supimos que un pastel con nuestro dinero se amasaba en los bancos de los suizos. Y Luis, soldado disciplinado, trabajador incansable en la lucha contra los rojos, lo fue: fuerte. Fuerte que te cagas. 

Dos años después, ante el pelotón de periodistas que lo esperaban a la salida de la cárcel, Luis dio testimonio de su obediencia, y entonces se escuchó el gran suspiro en la España como Dios manda, toda pintada de azul. Corrió el champán en los despachos de quienes nos roban la plusvalía y aplauden con las orejas.  Paralelamente, en las tascas del populacho los simpatizantes de don Mariano invitaron a vinos y cañas a todos los parroquianos, incluidos los izquierdistas más recalcitrantes, porque gracias a la intercesión de la Virgen no había sucedido nada grave: sólo una corruptela más de las muchas aisladas. El Partido Popular, vigía de Occidente y salvaguarda de la patria, ejército desarmado de la gente decente, había vuelto a salir indemne de las falsas acusaciones. Bárcenas había sido fuerte, sí, pero es que además no tenía nada que confesar, salvo sus propias travesuras.


    Trece meses antes, sin embargo, estas gentes andaban todas sin uñas, comidas, y sin aliento, acojonados. Después de pasar una temporadita en la cárcel, Luis se presentó ante el juez Ruz dispuesto a largar. En setenta y cinco minutos del más puro minimalismo judicial, la película B cuenta lo que sucedió en aquella comparecencia, que pudo ser histórica y definitiva, pero que al final se quedó en nada.  En B. no hay golpes de efecto ni dramatismos americanos. Ruz pregunta, Bárcenas responde y los abogados intervienen de vez en cuando para aclarar los puntos oscuros. El actor que encarna a Luis Bárcenas, Pedro Casablanc, no guarda parecido alguno con su personaje, pero es como si el pelo a doble color y el traje azul inmaculado le hubieran investido del autocontrol, y de la chulería innata. Ante nuestros ojos se obra el milagro de estar allí, espiando por una mirilla mientras Bárcenas pone en marcha el ventilador y empieza a esparcir mierda por doquier. Sí, los papeles son ciertos, y sí, las donaciones son ilegales, y sí, yo repartía dinerito rico en sobres...

   Pero Luis, de pronto, se hizo fuerte y se paró. En cuestión de segundos, cuando el interrogatorio ya se volvía peligroso, Bárcenas pasó de la memoria de elefante al encogimiento de hombros, y el lanzallamas que amenazaba con quemarlo todo se quedó sin gasofa, bien adiestrado y aconsejado. O bien amenazado, que nunca sabremos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario