La duda

🌟🌟🌟🌟

La simpatía y la antipatía son sentimientos que surgen de la nada. Sin tiempo para juzgar a la nueva persona, nos creamos una opinión que solidifica a la velocidad temible del cemento. Son sensaciones que nacen en la trastienda de nuestras emociones, allí donde Sigmund Freud descubrió la veta profundísima del subconsciente, y empezó a extraer un mineral que todavía no hemos agotado. El abuelo de Viena, que para algunas cosas se ha quedado en un viejo verde, o en un plasta ilegible, en otras es todavía un maestro competente. Él nos enseñó que cualquier conocido nuevo nos remite a otros cien que guardamos en el recuerdo. Y que a veces, en el procesado rápido de información, sacamos conclusiones que pueden ser precipitadas, pero que necesitamos para ponernos en alerta o para abandonarnos libremente a la amistad, o al amor...


      La duda, que es la película que hoy me ocupa, es la historia de una antipatía visceral, radical, freudiana hasta la médula. La de la monja Aloysius por el padre Flynn. Muchos, en su día, se quedaron con la trama secundaria del supuesto abuso sexual ¿Se trajinaba el sacerdote al niño negro, allá en los oficios de monaguillo? ¿O le ofrecía, simplemente, unos cariñitos espirituales? ¿Se derramaba algo más que vino, en la sacristía del internado neoyorquino? Rodada en plena eclosión de las meteduras de mano sacerdotales, y de las meteduras de pata obispales, La duda, en realidad, no tenía nada que ver con el asunto. O muy poco. El contacto sexual sólo era el viejo mcguffin de don Alfredo. La trama verdadera, el meollo del asunto, es se odio exacerbado e irracional, que siente la monja alférez por su sacerdote. Una antipatía rabiosa que sólo buscaba una excusa para explotar. 

    La duda es un concepto de psicología básica. El retrato de un prejuicio que nos parece vidrioso y malévolo, pero que sólo es, ojo, la exageración dramática de un pecado que todos hemos cometido alguna vez. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario