It follows

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El planteamiento de It follows, la nueva película de terror que lo peta entre los adolescentes, y que se ha convertido en película de culto para las Nuevas Generaciones del PP, es el siguiente: como castigo por haber mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio, un zombi indestructible te perseguirá doquiera que vayas; pero sólo lo verás tú, y el mundo entero pensará que estás como una cabra. El zombi nunca tendrá el mismo aspecto: puede ser cualquiera que camine pacíficamente por la calle, un niño, un abuelete, una gorda con gafas... Un político de izquierdas con coleta. El espectro te atosigará con paso cansino, casi desganado, pero nunca se detendrá. Con esa pachorra que Belcebú le ha dado, cogerá aviones, tomará ferrys, cabalgará monturas, y un mal día, seguramente a la hora de la siesta, que es la hora de todos los inoportunos , aporreará tu puerta para cobrarse el precio de tu alma. Podrás refugiarte en las Chimbambas, o en Siberia, o en el ático marbellí de Ignacio González, pero dara igual, porque tarde o temprano el bicho te alcanzará.



Si te coge, follará contigo como un salvaje y morirás en el acto tras el acto. Es de justicia que así sea, tras tu horrendo pecado de la carne. El único modo de escapar a esta maldición, a este mal de ojo de los curas, es acostarte con otro pecador o pecadora de la pradera. Si lo consigues, el zombi dejará de perseguirte, y aunque lo sigas viendo caminar, porque la mancha del pecado es indeleble, la tomará con tu compañero o compañera de cama y te dejará en paz. He ahí el dilema moral. He ahí, también, la oportunidad de vengarte de algún majadero –o majadera- que se ríe de ti, que no te deja en paz, que pone la música muy alta y no atiende a razones. Acércate, chaval, o chavala, que vamos a firmar las paces en mi cama… Una excusa de la hostia, el zombi, para practicar la justa venganza. Ya de arder en el infierno, arder a gusto, qué coño.