Michael H.

🌟🌟🌟

Entrevistador: Puede decirse que esta película [La cinta blanca] es tu primera película de época, tu primera película histórica. ¿Por qué?
Haneke: Ocurrió así. Supongo que... [se ríe incómodo, y hace aspavientos] Error, error. La pregunta deja entender que mi propósito en esa película era tal. Pero no me interesa. En Cannes tampoco quiero contestar a preguntas así.
Entrevistador: Intento encontrar un punto de partida para luego...
Haneke: Ya, pero si es así, no puedo evitar caer en la trampa.
Entrevistador: [Insiste] Te preguntaré si querías sorprender a los que conocían tu trabajo con una película...
Haneke: Tampoco. No fue el caso... [Vuelve a sonreír molesto] No quiero contestar a preguntas que me obliguen a autointerpretarme. Si explico que tengo un propósito y por qué hago una película, caigo inmediatamente en ese debate.
Entrevistador: Pero la película casi podría llamarse "Una historia alemana". Habla de estigmas de antaño, de la historia...
Haneke: No, no, no vamos a ningún sitio, estamos... No, en serio. Si empiezas hablando de una historia alemana, entramos inmediatamente en el tema del fascismo, etc., etc., y quiero evitarlo.

[Silencio incómodo]


            Este diálogo para besugos se produce a los doce minutos de comenzar el documental Michael H., que prometía ser una incursión abisal en las profundidades de Michael Haneke, ese director de las películas incómodas y los significados ocultos. Yo me había colocado en posición expectante, con las luces apagadas, la cena terminada, el sueño contenido, esperando que este hombre me iluminara las meninges y me agigantara el pensamiento. Una clase magistral impartida por este tipo con cara de profesor hueso. Pero lo que prometía ser un gran polvo se ha quedado en un gatillazo tan propio de nuestras edades, septuagenaria la suya, cuarentona la mía. Tras este diálogo sé que me voy a quedar como estaba, y que las grandes preguntas que tenía guardadas van a seguir igual, incontestadas, guardadas en el cajón. El resto de Michael H. sólo es el making off previsible de los actores cantando las virtudes, y del director orquestando alguna escena en el plató. 


    Haneke ha preferido no desvelar, no confesar, preservar el aura enigmática de sus películas, y de su propia alma. Quizá prefiere, como buen profesor, que sigamos discurriendo sus películas para encontrar la verdad por nosotros mismos. Quizá se tira el rollo para mantener una pose y un prestigio entre los culturetas. O quizá, quién sabe, ese día le dolía la cabeza, o le caía mal el entrevistador, o perdió su equipo favorito por goleada y no le apetecía explayarse en consideraciones. Haría falta otro documental que explicara este documental: Michael H. II: las nuevas preguntas. Y que lo vayan acelerando, que el profesor se nos está quedando en los huesos, y con la barba ya toda nevada.





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