The Bling Ring

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The Bling Ring, la última película de Sofía Coppola, cuenta las andanzas de una pandilla de niñatas de Los Ángeles que se dedicaban a entrar en las mansiones de los famosos para curiosear entre sus pertenencias, y llevarse objetos de lujo con los que luego presumir ante las amistades. Entre pitos y flautas -porque esto es a true story- llegaron a robar artículos por valor de tres millones de dólares, sumando bolsos y relojes, zapatos y vestidos, braguitas y sostenes. Ellas no eran unas verdaderas ladronas que luego revendiesen lo robado a los traficantes. Para estas pijas californianas, el verdadero placer, y el verdadero triunfo, radicaba en estar allí, curioseando en los vestidores, en las alcobas, en los cuartos de baño, imaginándose también ricas y perseguidas por la prensa. Eran tan inocentes y tan bobas, que luego, cuando llegaban a casa, se retrataban con los objetos robados, y colgaban las fotografías en el Facebook para que se muriesen de envidia las amistades. No hizo falta contratar a ningún detective para resolver el caso.


           Al terminar de ver The Bling Ring, uno lee que el vestidor de la mansión de Paris Hilton no es uno que se hayan imaginado los productores, sino el entero y vero de la heredera de los hoteles, que dio su permiso para rodar allí las escenas centrales de la película.  Una náusea de zapatos de tacón, de bolsos de lujo, de ropa interior de diseño... Uno se queda maravillado, y asqueado, ante tamaño desvarío. El bolchevique que llevo dentro se pone hecho una furia, y echa las cuentas interminables del dineral que esta megapija tiene allí almacenado. El crimen de las niñatas ya parece menos crimen, robando a quien legalmente no ha robado, pero sí acaparado, malgastado, defraudado. Hay tantos sinónimos de robar que están dentro de la ley... La misma Sofía Coppola parece quedarse estupefacta detrás de la cámara, ella que también es, aunque se gane la vida noblemente, una insigne pija de la Costa Oeste. Cuando por fin hagamos la revolución, primero tomaremos Manhattan, como cantaba Leonard Cohen, y luego nos iremos a Los Ángeles, a darle un cachete a Sofía, por no aprovechar The Bling Ring para denunciar el estado lamentable de las cosas. 




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