The chaser

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Si buscas su nombre en una web se llama Na Hong-jin; si lo buscas en otra, Hong-jin Na. Da igual. No quiero volverme loco con esta patronímica indescifrable de los coreanos. Bastante tuve con su compatriota Park Chan-wook, el autor de la Trilogía de la Venganza. ¿O era de la Venganza de-la-Trilogía?

Hong, que así le dicen los amigos, y los occidentales que vamos con algo de  prisa, es un director que ha parido un par de thrillers cojonudos. Hace unos meses, en lo más crudo del crudo invierno, descubrí por casualidad esa película de persecuciones imposibles y hostiazos como panes que es The Yellow Sea. Los canales de pago, por ser de pago, a veces te regalan estas sorpresas insospechadas, subtituladas, ininterrumpidas por la publicidad. Peliculones que hay que entresacar con sumo cuidado de la basura habitual. 

Hoy, en el declive de los calores, en el regustín de los primeros fríos que ya demandan zapatillas de felpa para arrellanarse en el sofá, me reencuentro con el bueno de Hong para ver su anterior película, The chaser. Cuenta la extenuante aventura de un proxeneta al que un psicópata de Seúl va asesinando lo más granado de sus prostitutas, jodiéndole el negocio, y el orgullo de hombre protector. Otra más de psicópatas, dirá alguno con fastidio. Pues sí. Y le entiendo perfectamente. Vivimos sobresaturados de asesinos en serie. Si me tomara la molestia de contarlas, me saldrían una docena de ficciones recientes con un criminal de marras haciendo de las suyas, lo mismo en la tele que en la gran pantalla. Pero éste psicópata de The chaser es un asesino coreano, y tiene su propia idiosincrasia, y su propio modus operandi, distinto al estereotipo yanqui que ya nos sabemos de memoria. Y uno, ante la novedad criminal, se deja llevar por el ritmo trepidante, y agota los minutos sin casi mirar el reloj, embobado por el juego de adivinar quién es quién en esta sucesión de mujeres idénticas y hombres clonados.

¿El colmo de los colmos? Que un detective, en el corazón de Seúl, vaya mostrando el carnet de identidad de un sospechoso coreano.
- ¿Conoce usted a este hombre? 
- A ver... Pelo negro, piel blanca, pómulos sobresalientes, ojos rasgados que casi ni se ven... No me suena, la verdad. Lo siento.





   

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